Escuelas reubicadas: la dificultad de compartir
Por: Rosalba Sosa Navarrete
La vida definitivamente no es lineal, siempre nos encontramos frente a sucesos que nos sorprenden y nos sacan de la rutina y de la normalidad, aunque algunos eventos nos sacuden más que otros.
El sismo del 19 de septiembre fue el preámbulo de un cúmulo de cambios y alteraciones de la rutina diaria. Es el ejemplo perfecto que nos recuerda la posibilidad de que las cosas se nos salgan de control. Pero también nos da la oportunidad de reflexionar acerca de nuestro transitar por espacios comunes, de cómo llevamos a cabo nuestras rutinas y hábitos. A veces, un evento inesperado provoca que se asomen resquicios de humanidad y solidaridad que creíamos perdidos, nos recuerdan que somos entes sociales y nos mueven a pensarnos como comunidad para afrontar los retos de la "anormalidad", de las contingencias, de los obstáculos que nos sacuden y expulsan del aislamiento en el que nos encontramos inmersos, ensimismados en nuestro mundo, individualizados, competitivos.
Una escuela dañada recibe a otra
La escuela es parte de la cotidianidad de las familias, de la regularidad, de lo rutinario; es también un lugar de encuentro donde maestros, alumnos, padres y directores, comparten un tiempo y espacio concreto. Pero a raíz del sismo, esta cotidianidad se alteró, en muchos casos podría decirse que se quebró por completo; ante esta situación, los directores de las escuelas comenzaron a actuar y a gestionar la contingencia, echando mano de los recursos con los que contaban, para poder operar en la medida en que las circunstancias lo permitieran, de forma regular.
En este proceso, son muchas las presiones que surgen de todas partes, tanto de las autoridades extra escolares, como de los propios padres de familia. Sin duda
alguna, después del sismo los directores han tenido que enfrentar múltiples problemas en un solo centro, todo tipo de conflictos, disputas y desacuerdos derivados de la forma en que el sistema educativo les ordenó gestionar el desastre escolar.
Es el caso de la Escuela Primaria Nezahualcóyotl localizada en la colonia Ajusco, Coyoacán, de la Ciudad de México. Esta institución sufrió de los estragos del temblor, no solo porque las paredes de dos salones resultaron dañadas después del suceso, que no es cosa menor, sino por la situación de contención que tuvieron que brindar a otro centro escolar.
Para contextualizar un poco, la primaria Nezahualcóyotl se encuentra ubicada junto a otras dos en la misma calle: la Carlos Hernández Selvas y la Victoriano Guzmán. Las tres escuelas cuentan con grandes instalaciones, fueron construidas antes de los años ochenta. La Nezahualcóyotl es la más grande y atiende los turnos matutino y vespertino.
El director asegura que en sus mejores tiempos llegó a albergar más de ochocientos alumnos, cuando casi no había escuelas privadas que invadieran la zona. Antes del sismo, la matrícula del turno matutino era de 430 alumnos.
Croquis de la cercanía de las tres escuelas primarias
El 19 de septiembre para fortuna de todos, la escuela se encontraba sin alumnos; el movimiento telúrico ocurrió justo durante el cambio de turno. Tres semanas después de este suceso, recibió el dictamen expedido por el DRO en el que se indicaba que podían regresar a clases. Para evitar cualquier tipo de accidente, el director del turno matutino decidió no ocupar el tercer piso, que es donde resultaron dañados los muros de los dos salones. Esta medida parcial, acrecentó algunos otros problemas que se habían acumulado de tiempo atrás, como el mal estado de los baños y la cañería. Desde el inicio del ciclo escolar, esta situación había causado gran inconformidad entre los padres de familia, a quienes incluso se les había pedido cooperar para reunir la cantidad de ochenta mil pesos destinados a reparar estos desperfectos, también se les pidió apoyo con la mano de obra.
La preocupación de los padres respecto a las condiciones de la infraestructura escolar ya era grande antes del sismo, pero aumentó después al ver que los problemas preexistentes se agravaron. Y eso que aún desconocían la sorpresa que les aguardaba: otra escuela sería reubicada en el plantel, por tanto, tendrían que compartir las instalaciones.
¿Reubicación o invasión?
Casi un mes después del 19 de septiembre, los alumnos de la primaria "Samuel Delgado", ubicada en la colonia Santo Domingo, comenzaron a hacer uso de las instalaciones de la Nezahualcóyotl.
Ubicación original de cada escuela
Al principio, tanto la supervisión como la dirección acordaron que los alumnos de ambas escuelas asistirían en forma alternada, un día sí y otro no. Fue así como los niños de la Nezahualcóyotl comenzaron a asistir lunes, miércoles y viernes, mientras los de la Samuel Delgado lo hacían martes jueves y sábado.
Muy pronto este intento de regresar a la rutina escolar generó conflicto entre las dos escuelas; después de dos semanas los padres de familia de una y otra, argumentaron que tenían que trabajar y no tenían dónde dejar a sus hijos los días que no les tocaba asistir; otros más señalaron que ya habían perdido muchas clases sus hijos después del sismo y que se iban a atrasar todavía más; hubo quienes se mostraron inconformes porque consideraron que la alternancia de las clases afectaría el periodo vacacional. Múltiples eran las quejas, e iban en aumento, cada vez era más difícil tratar de sostener esa rutina complicada para todos.
Ante esta situación, los padres de la Nezahualcóyotl se organizaron para enviar varios escritos a la SEP, donde exigían que se normalizaran las clases de lunes a viernes en los dos horarios. Este tipo de acciones no hicieron sino agravar la situación, provocando mayor confusión, desinformación, conflictos y tensiones
entre los padres de las dos escuelas.
Las dificultades afloran
Una mamá de un alumno de 3º, relata que, al no haber comunicación entre los padres de ambas escuelas, se tergiversaba la información. Los comunicados que recibían por parte del director eran distintos a los que la directora del otro plantel proporcionaba a sus usuarios. La tensión fue en aumento, de manera que los directores se vieron en la necesidad de convocar a una junta a todos los involucrados.
Los conflictos y desacuerdos estaban a flor de piel, en la reunión no se hicieron esperar; una madre de familia lo cuenta así:
"Se hicieron de palabras, las de la otra escuela decían que queríamos sacar a sus hijos del plantel, que no los querían ahí porque les estorbaban, que la directora les dijo que eran los apestados etc. A tal grado, que estuvieron a punto de llegar a empujones y golpes".
Cuando se serenaron los ánimos, los autores de los escritos trataron de explicar los motivos, también su punto de vista respecto a la necesidad de compartir el espacio escolar:
"Nosotros les hicimos entender que si no hubiéramos querido a sus hijos ahí, no hubiéramos permitido que los nuestros solo fueran tres días a la escuela".
Las autoridades escolares les propusieron que, dado que la Nezahialcóyotl no se encontraba en óptimas condiciones para recibir a todos los alumnos, se podía buscar el modo de repartir grupos en las escuelas aledañas, de manera que las clases se pudieran regularizar. Y aunque los papás estaban dispuestos a apoyar con escritos para que se habilitaran aulas provisionales, los nuevos integrantes de la comunidad no lo permitieron; no querían que sus hijos tomaran clases en esas aulas.
Los directores sugirieron diferentes propuestas y hasta querían utilizar los salones dañados; estos planteamientos obviamente fueron rechazados por los padres de familia.
Solución: juntos, pero sin compartir
El conflicto se resolvió aparentemente, de esta forma: la primaria Nezahualcóyotl recibió únicamente a 8 grupos, pese a que los papás estaban dispuestos a cooperar para dividir el salón de cómputo y la biblioteca, de manera que cada grupo contara con su propio espacio. El resto de los alumnos fueron reubicados en las dos escuelas aledañas.
A partir del día 13 de noviembre, los alumnos de ambas escuelas comenzaron a tomar clases todos los días. Cabe mencionar que los 4 directores operan en ese plantel, dos en el turno matutino y dos en el vespertino, cada uno coordinando a su personal y sus alumnos.
Como el mobiliario resultaba insuficiente, los alumnos de la Samuel Delgado transportaron sus propias bancas y sillas a la Nezahualcóyotl.
Pese a ser un edificio amplio, no fue posible utilizar todas las instalaciones de la Nezahualcóyotl, únicamente 5 salones del tercer piso, la biblioteca y el salón de cómputo. El número aproximado de alumnos actual es de 600, es decir, el plantel recibió 260 alumnos extra en un edificio con sus propios y añejos problemas de infraestructura.
Las actividades de cada escuela las realizan por separado, con excepción de la ceremonia cívica los lunes, que es la única que comparten. Por lo demás. tratan de no coincidir ni siquiera en el recreo, de tal manera que ocupando el mismo espacio a la misma hora, operan como dos escuelas independientes.
Escuela Nezahualcóyotl
Escuela Samuel Delgado
Un dato más antes de terminar esta historia cuyo desenlace aún se desconoce: por parte de la SEP, se le otorgó a la Nezahualcóyotl la cantidad de $48,800, mismos que se destinarían para cubrir los daños del temblor y parte de la reparación de los sanitarios y del desagüe.
La Samuel Delgado también recibió recursos, aunque no para reparar la escuela sino para compra de material. Aún no hay respuesta sobre cuándo iniciará la reparación de sus instalaciones.